Como muchos consumidores el Estado, socio mayoritario de la Sareb, cayó en el error de contratar un swap.
Pero si ese error cuando de un consumidor se trata, o incluso de una pyme, puede ser debido a una decisión propiciada por la falta de información sobre las características del producto contratado, si se trata del Estado sólo puede ser causa de una negligente decisión.
El swap, que viene a ser un seguro de cobertura contra la subida de los tipos de interés, pero que como contrapartida reporta una cláusula suelo a las hipotecas, en su forma de comercialización ha sido cuestionado por múltiples sentencias judiciales.
Que los directivos de la Sareb, designados por el Estado, tomasen la decisión en el año 2013, cuando ya se apreciaba una tendencia a la baja en la evolución de los tipos de interés, de contratar un swap demuestra su absoluta falta de previsión.
El problema es que su error, cuantificado en casi 3.000 millones de euros, lo pagamos todos los contribuyentes, y hace todavía más sangrantes los recortes presupuestarios, pues lo que todos ahorramos otros lo despilfarran.
A la Sareb más que llamarle el banco malo habría que llamarle el banco tonto, aunque quizás su presidenta dimitida no fuese tal sino lista de más. Lo sabremos si dentro de un tiempo ocupa un puesto en uno de los bancos beneficiados por el swap que ella contrató.
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