Claves para una indignación

Con la grave crisis económica y social en la que vivimos instalados, llegando a una tasa de paro juvenil del 45%, ver a los políticos desarrollando una campaña electoral de perfil alto, con gran despliegue de medios, es indignante.

Con unos niveles de pobreza por encima ya del 20%, en la que servicios asistenciales como Cáritas no dan abasto, ver a los políticos y a su corifeo de adlátere y tiralevitas enzarzados en la diatriba personal, es indignante.

Con una generación de jóvenes licenciados haciendo las maletas para emigrar a países de nuestro entorno en búsqueda de un futuro profesional, ver que un simple concejal o parlamentario sin apenas experiencia laboral previa cobra 3.600 euros al mes, es indignante.

Con una reducción en la oferta de empleo público al 30% de la tasa de reposición de efectivos dejando a muchos opositores en la estacada, ver la ingente cantidad de políticos como asesores en nómina de las Administraciones, es indignante.

¡Cómo entonces alguien puede sorprenderse de que las plazas se llenen de indignados! No son ácratas ni inconoclastas; son gente corriente cansada de una clase política convertida en una nueva casta adinerada sin otro mérito que pertenecer a un partido, incapaces de generar confianza, ilusión y respeto.