Disparar con pólvora del Rey
Publicada el: 4 de junio de 2011
En los tercios españoles cada soldado recibía una paga, en la cual se contemplaban sus necesidades. Así, un piquero cobraba menos que un arcabucero. Por lo tanto, la pólvora la solía pagar el soldado de su propio bolsillo.
Pero en ocasiones, como en caso de asedio, se podía obtener pólvora de almacenes o polvorines de artillería y entonces se tiraba con "pólvora del rey" y por lo tanto no se tenía tanto cuidado en el gasto y se disparaba más alegremente.
Esta expresión ha llegado hasta nuestros días, y se dice que se dispara con pólvora del rey cuando no se tienen en cuenta los gastos o esfuerzos ante la necesidad porque corren por cuenta de otro.
Con la sanidad pasa exactamente lo mismo. Las Comunidades Autónomas incluso compiten entre ellas por ampliar la cartera básica de servicios, por tener los hospitales más lustrosos, por pagar mejor a sus profesionales, por liderar líneas de investigación.
El problema es que en esa carrera por ampliar la oferta sanitaria se ha actuado al modo de de la cigarra, en comparación con la cautela de la hormiga, en la fábula de ambos insectos. Es decir, se ha gastado sin contemplar un escenario de crisis.
Y ahora en plena vorágine financiera, con los mercados sedicentes de países en apuros por el galopante déficit que padecen, las comunidades se encuentran sin capacidad para endeudarse, es decir, sin pólvora en los bolsillos.
Piden entonces dinero extra al Estado para atender no ya las inversiones sino el gasto corriente, es decir, para pagar a los proveedores que ya tardan en cobrar sus facturas una media de 600 días.
Un país como el nuestro al que le gustan los fuegos de artificio ha gastado más pólvora en bombas de palenque que en atacar las necesidades reales. Si miran hacia arriba en el hall del Hospital de Lugo y observan las lámparas de diseño entenderán lo que les digo.
La solución pasa porque el Estado aumente el porcentaje del PIB dedicado a la asistencia sanitaria o recupere las competencias en esta materia. Sino terminaremos en el temido copago. O sea que la pólvora saldrá del bolsillo de los enfermos.