La exageración de los políticos.
Publicada el: 18 de junio de 2011
Distinguía el Profesor Manuel Fraga (no el político sino el prolífico escritor y también insigne jurista, aunque los dos fueran la misma persona, como el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde) que debíamos distinguir
Pretendía con esa distinción separar el noble arte de gobernar bajo las premisas de esa ciencia, de las maniobras torticeras de unos políticos que en lugar de servidores públicos tantas veces se convierten en servidores de lo Público.
Quizás sea la consecuencia de que los partidos políticos sean el refugio de muchas personas que sin oficio ni beneficio conocido buscan medrar a base de las prebendas que da la política y el dinero fácilmente ganado de las arcas públicas.
Saben que un carnet de afiliado a veces abre las puertas de las instituciones de forma más rápida y fácil que una oposición a funcionario o un concurso de meritos, y así se hacen paso, aunque sea a codazos con sus compañeros, para encontrar acomodo en un puesto de libre designaciuón.
Como además reciben desde muy jóvenes el sectario adoctrinamiento de sus mentores y demás ideólogos de partido a fin conseguir el voto a cualquier precio, incluso ridiculizando al rival político, pierden cualquier referencia ética.
Y esa clase política de bajo nivel intelectual, escaso mérito profesional y dudoso compromiso moral ha provocado la indignada reacción de otros jóvenes que con años de estudios a sus espaldas viven de trabajos precarios o hacen cola en el INEM.
La degradación de la política por la exageración de los políticos, que ya sin disimulo se enfangan en la corrupción, es el caldo de cultivo de un movimiento que expresa su indignación por los sueldos que cobran y los escándalos que protagonizan.
El problema es que esa imagen disuade a otros jóvenes, con gran preparación y altos valores, para intervenir en la sociedad a través de
La solución pasa por una regeneración de las instituciones basada enreducir privilegios (como los vehículos oficiales y los viajes gratis total) y asesores colocados a dedo. No hacerlo es indignante.