Es la libertad, stupid.

Termina así la cruzada administrativa y judicial que durante dos años se ha topado con la intransigencia del Sergas, empecinado en impedir que un padre pudiera mantener a la buena pediatra que atendía a su hija, a pesar de un cambio de domicilio familiar.

Finalmente se ha impuesto el ordenamiento jurídico sobre la potestad autorganizativa de la administración, la cordura y el sentido común sobre la absurda burocracia y los esquemas mentales cuadriculados de unos burócratas sin cintura.

Algunos políticos, aunque alardeen de liberales y lo lleven en su programa, en la práctica ignoran lo que nos decía Karl Popper: que la libertad es el valor superior, ante el cual todos los demás ceden.

Y frente a la libertad no caben cortapisas o barreras, no valen señuelos ni falsos derechos. Si nuestras leyes permiten la libre elección de médico y pediatra en atención primaria, no cabe limitarlo a los de un centro de salud en concreto.

Sin embargo, por surrealista que parezca, la aplicación práctica de ese derecho obligaba a una familia a elegir en bloque los facultativos del mismo centro, no de varios, aunque estuviese en la misma zona básica de salud, incluso en la misma ciudad.

Con ironía habría que decirle a la señora Conselleira y a su amplio elenco de directivos y asesores esa frase, adaptada para la ocasión, dirigida a George Bush padre: “Es la libertad, stupid”. Aclaramos, para que no se ofenda, que el uso en inglés es coloquial, no un insulto.