La metáfora de Francisco
Publicada el: 12 de diciembre de 2011
Francisco tiene once años y padece una progeria atípica que le produce un envejecimiento prematuro y lipodistrofia. No tiene grasa en el cuerpo, lo que cursa en diabetes y daño en el hígado, a lo que hay que añadir una miocardiopatía grave.
Pese a su gravedad, el niño, de una familia de Málaga, comenzó a recobrar la esperanza desde el momento en que lo empezaron a tratar con la hormona leptina en Estados Unidos, un medicamento que no está en el mercado y que solo produce un laboratorio de San Diego.
Francisco ha viajado, desde entonces, regularmente a Estados Unidos para recibir la hormona. Hasta que en el último viaje les dijeron que lo mejor era que se tratase en el servicio de endocrinología del hospital de Santiago, el único centro de toda España que suministra el fármaco.
Allí fue atendido hace una semana, fuera de horario de trabajo porque, legalmente, no pueden ofrecerle servicios ni suministrarle el tratamiento, ya que no está considerado por parte del Ministerio de Sanidad como centro de referencia nacional.
Así es el sistema sanitario de este país. Un reino de taifas, como en los tiempos de Al-Ándalus, en los que cada Comunidad Autónoma tiene su propio servicio de salud exclusivo para los suyos, situación acrecentada por la crisis, que menoscaba la solidaridad territorial.
Francisco representa la metáfora de un sistema descohesionado. Y lo más preocupante es que a pesar de que existe desde el año 2003 una Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud, últimamente no deja de ser sistemáticamente incumplida por los Gobiernos autonómicos, con la excusa de la austeridad.
Por ejemplo, la Xunta de Galicia promueve una reforma legal para que sólo puedan ser usuarios del servicio gallego de salud quienes lleven residiendo en su territorio un mínimo de seis meses. Es decir, que Francisco tendría que dejar su Málaga natal y convertirse en ciudadano de Santiago ese tiempo para ser tratado. Tremendo.