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Héroes eventuales: la paradoja de los recursos humanos en sanidad

Publicada el: 2 de noviembre de 2014

Hace trece años que el gobierno se vio obligado a promover una ley para acabar con el empleo interino en la sanidad pública. Eran miles los médicos que ocupaban un puesto de trabajo interinamente; es decir, no tenían plaza fija (que es la que se obtiene a través de concurso-oposición, generalmente), pero se mantenían en sus puestos en tanto no se convocase esa plaza a través de una oferta pública de empleo.

Esos años más tarde el problema lejos de mejorar se ha agravado. Pues con la crisis de por medio la lacra ahora del empleo sanitario temporal ya no es la interinidad, sino la eventualidad, de modo que los médicos ya no ocupan unos puestos de trabajo presupuestados, sino que son contratados sin plaza, con contratos de mes a mes, así durante años, con la incertidumbre de ser cesados en cualquier momento, sin poder planificar su futuro.

Con esa espada de Damocles se les exige lo mismo que a un profesional con plaza en propiedad, con los altos niveles de exigencia técnica que la medicina requiere y la asfixiante presión asistencial a la que vienen obligados para atender a más pacientes en menos tiempo. Y eso cuando no son movidos de una unidad a otra, como muchos enfermeros, careciendo a veces de la experiencia necesaria para dotar al enfermo de los específicos cuidados que requiere.

En el empleo laboral un trabajador que lleva dos años encadenando contratos adquiere la condición de indefinido. En el empleo estatutario (propio de la sanidad pública) existe una norma que lo impide. Toca reivindicar un trato legal igual para todos los empleados, pues de lo contrario generamos una forma de esclavitud, consistente en tener a unos profesionales altamente cualificados sin arraigo y sin otra expectativa que renovar un mes más su contrato.

Con ese panorama no es de extrañar que dejando la morriña a un lado muchos opten por hacer las maletas y buscarse un futuro profesional digno en otros países que tratan mejor (no sólo económicamenta) a esos médicos y enfermeros que derrochan altos niveles de preparación, implicación y entusiamo.  Menos mal que algunos se han quedado para salvar a Teresa Romero y para salvar todos los días a muchos enfermos anónimos.

 

 

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