"...y a los grandes ladrones les elegimos para los cargos públicos"
Publicada el: 13 de diciembre de 2014
No es que la suscriba, en el sentido de que todo político sea un corrupto, aunque no vamos a negar que el estado de opinión general, si nos atenemos a las encuestas, apunta abrumadoramente a esa conclusión.
Lo que suscribo en ese desequilibrio entre la carga punitiva de los delitos de poca monta y los de guante blanco o cuello duro. Un político puede prevaricar y no va a la carcél, pero si roba unas gallinas sí.
Peor resulta esa percepción de que lo que sale a la luz pública -por el denonado esfuerzo de algunos jueces- es sólo la punta del iceberg, y que por debajo existe un enorme entramando de intereses tejido por los partidos políticos y ciertos lobbies.
Por eso ya decía Cesare Beccaria, jurista italiano del siglo XXVIII, que no hay mayor aliciente para los delicuentes que saber que sus actos van a quedar impunes.
Más bien sería que la posibilidad de condena por la nimiedad de la pena no ejerza un poder disuasorio para evitar que algunos asuman enriquecerse a costa del erario público y los sobornos de quienes favorecen.
Esa percepción resulta más evidente comprobando el escaso nivel intelectual de tantos, que ni siquieran saben hablar en público sin unos papeles delante, y cuando lo hacen sólo es para soltar ocurrencias o majaderías hacia sus rivales.
Nivel intectual que no sólo deja en evidencia sus lamentables carencias académicas, sino sobre todo su escaso bagaje ético, algo con lo que no se nace sino que se adquiere con la educación y el estudio.
Por eso urge un nuevo código penal que revise el catalogos de delitos y de sus penas, y una nueva ley de enjuiciamiento criminal que elimine tantos aforamientos y permita agilizar los procedimientos.
Pero sobre todo precisamos una sociedad civil más crítica y proactiva, dispuesta a exigir a sus representantes políticos una constante rendición de cuentas y no sólo cuando tocan elecciones.
Que no tengamos que exclamar lo mismo que Cicerón cuando se refería a la corrupción de los hombres de su tiempo: Oh tempora! Oh mores! Toca cambiar los tiempos cambiando las costumbres.