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Peonadas en la picota

Publicada el: 10 de junio de 2010

Acaba de presentar el Consello de Contas su informe relativo al año 2007, y en esa actividad fiscalizadora de las cuentas de nuestra comunidad que le es propia, ha puesto en evidencia el uso espurio de los recursos económicos dedicados a las peonadas sanitarias, que en términos técnicos se denomina actividad de autoconcertación. Es decir, el trabajo que fuera de su jornada ordinaria realizan los médicos de la sanidad pública y que es abonado al margen del capítulo presupuestario de gastos de personal.

El principal óbice reside en la inexistencia de un tratamiento homogéneo de su retribución en el Sergas, lo que arroja cantidades extrañamente variables entre los facultativos que las perciben, incluso de los mismos servicios hospitalarios. La llamada de atención, más incluso que la evidencia de irregularidades contables por la carencia de unos criterios normativos taxativos, es que ese gasto no se traduce en una reducción proporcionada de las listas de espera, especialmente en las patologías más graves.

La generalización del sistema de autoconcertación se produjo durante el anterior Gobierno autonómico, si bien su uso está extendido en todo el Sistema Nacional de Salud. Se trata de una modalidad de contratación no amparada legalmente, según la cual la Administración sanitaria simula contablemente que contrata con un tercero cuando en realidad lo hace consigo misma al utilizar a sus propios médicos, excluyendo de ese modo la concurrencia de proveedores privados.

Hay quien opone a la irregularidad de esta práctica la bondad de la idea, pues se aprovechan mejor los recursos públicos disponibles, potenciando la actividad durante el horario de tarde y aumentando con ello la frecuentación de la asistencia sanitaria, con el efecto añadido de no desvirtuar la pureza del sistema sanitario público al descartar la colaboración del sector privado. Sin embargo, el control realizado ha destapado el desorden y quizás cierta picaresca.

Si de lo que se trata es de que los médicos trabajen por la tarde, la normativa reguladora de este personal ya prevé una jornada especial, de carácter voluntario, similar a las horas extraordinarias del resto de trabajadores, con un límite de 150 anuales que se suma a la jornada ordinaria y complementaria, esta última dedicada a las guardias. Con lo cual, bastaría con presupuestar esa actividad en horario vespertino para poner transparencia donde ahora no la hay.

Aunque quizás lo que procediese, en aras de una equidistribución de los recursos, es lo mismo que se ha hecho en los centros de salud, creando en los hospitales nuevas plazas de tarde; de ese modo los profesionales jóvenes accederían más fácilmente al empleo público. Y para equilibrar las plantillas podrían ser organizados por esa nueva figura del facultativo emérito, mayor de 70 años, aportando su experiencia. Que no se diga que en los despachos de los hospitales no hay vida inteligente.

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