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Gran Bretaña como ejemplo

Publicada el: 23 de octubre de 2010

El porcentaje mayor de esta medida se le llevaba la reestructuración del sector público con un ambicioso programa de adelgazamiento de las plantillas de empleados públicos, mediante prejubilaciones incentivadas. Todo ello con la intención de no reducir, sino incluso incrementar los presupuestos dedicados al bienestar, es decir, las partidas correspondientes a educación y sanidad.

 

En España sin embargo los derroteros que se toman son otros; a los funcionarios se le rebaja el sueldo un promedio del 5%, pero ni de broma se plantea prejubilar a nadie, y ni mucho menos esa ingente cantidad de asesores y cargos de confianza que pululan por la Moncloa y los ministerios gracias a su adhesión al partido del Gobierno más que a su valía profesional.

 

Mientras tanto aquí la sanidad, la educación y la ayuda a la investigación ven recortados sus presupuestos, e incluso en Galicia se plantea reducir el catálogo de medicamentos financiados (y ya verán qué pronto el ejemplo cunde en otras comunidades). Esta diferencia en el abordaje de la crisis demuestra cómo la acción de un Gobierno no depende de la ideología imperante sino del sentido de Estado.

 

Conclusión: no es lo mismo pretender el progreso de una nación que ser progresista.

 

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