La importancia de aprender del error
Publicada el: 25 de noviembre de 2010
La realidad siempre supera a la ficción y la reciente tragedia ocurrida en el hospital de Ferrol con el bebé fallecido por un error sanitario es buena muestra de ello. Y ahora que están tan en boga las series televisivas sobre médicos y enfermeras, la comparación entre lo catódico y lo cotidiano resulta ociosa.Pero no está de más tomar nota de cómo se argumentan televisivamente situaciones que pretenden ser un reflejo de lo que acontece en otras latitudes, pues recordemos que sociológica y jurídicamente España importó de Estados Unidos el fenómeno de la responsabilidad médica avalada por una legislación que lo propicia.
Hasta hace unos meses estaba en antena la serie Anatomía de Grey , y al margen del trasfondo melodramático de las situaciones vividas por un grupo de cirujanos tocados con gorritos infantiles, dando rienda suelta a sus tensiones emocionales y escarceos amorosos en los insólitos recovecos de un moderno hospital, los últimos capítulos, sin perder esos aderezos argumentales, nos plantearon los problemas derivados de la escasez de recursos sanitarios y los errores que provoca, ambos temas entrelazados como causa y consecuencia de muchos dramas, tanto del profesional afectado como del paciente aquejado.
Esos condicionantes provocan que el jefe de cirugía cometa un burdo error que causa una lesión al paciente. Su reacción personal nos ofrece otra forma de entender la medicina, en línea con la nueva ética que postulaba Popper en un ensayo publicado en los años ochenta. Así acude a la habitación del paciente y, sentado al borde de su cama, le pide perdón. Hoy en día empieza a calar esa conciencia profesional e incluso se concibe en la medicina anglosajona como un deber legal. Fundamentalmente porque se pretende evitar lo que ya Cicerón sentenció hace muchos años: errar es de humanos, pero permanecer en el error es de necios.
Llegará también aquí la obligación de comunicar el error iatrogénico e incluso el acto imprudente. Pero todavía persiste la idea de tabú, de vergüenza pública por confesar la culpa, como si estuviese revestida de la idea de pecado indeleble. Ese subconsciente colectivo en una sociedad de tradición judeocristiana alimenta la idea de conflicto, que se termina purgando en el confesionario judicial, a vista pública del ojo mediático. El análisis del error como acto individual impide extraer lecciones colectivas para evitar que vuelva a producirse. Por eso sobran improvisadas ruedas de prensa y faltan auténticos propósitos de enmienda.